1.1. Geografía.
La etimología de la palabra geografía proviene del griego γεωγραφία, a través del latín geographia:
Geos, Tierra
graphia, descripción o representación gráfica.
La Geografía es la ciencia que se dedica al estudio, análisis de la Tierra y representación gráfica de todos los fenómenos terrestres tanto los físicos, como los humanos debidos a la acción del hombre sobre el medio ambiente. Es una disciplina síntesis de todas las ciencias.
El paisaje o región geográfica, el objeto formal de estudio, se concibe como el espacio o territorio cuyas condiciones físicas, naturales, el hombre aprovecha y modifica.
Existen dos grandes tipos de paisaje:
Paisaje natural: el medio físico, sin modificaciones humanas, como sucede con los ríos, las montañas o la atmósfera.
Paisaje humanizado: es el resultado de la acción del hombre y de la técnica sobre el paisaje natural. De esta forma surgen paisajes rurales, agrarios, industriales, urbanos, etc.
La Geografía se divide en dos grandes ramas: Física y Humana. La Geografía Física se centra en el estudio del paisaje natural. Se subdivide en varias disciplinas:
Geomorfología: estudia el origen, formación y evolución del relieve.
Climatología: estudia los climas de la Tierra.
Hidrografía: estudia los cuerpos de agua líquidos tanto continentales como marítimos.
Glaciología: a diferencia de la Hidrografía, esta rama de la Geografía se preocupa de los cuerpos de agua en estado sólido.
Edafología: rama geográfica que se ocupa del estudio del suelo.
Paleogeografía: estudia la Geografía física del pasado.
Biogeografía: estudia la relación entre los seres vivos y el medio, integrando métodos de las ciencias biológicas. Consta de la Zoogeografía, que utiliza métodos de la Zoología y Ecología, y la Fitogeografía con métodos de la Botánica, Ecología y Pedología.
La Geografía Humana estudia los espacios geográficos que nacen de la actuación del ser humano sobre el medio físico. Dispone de varias subdisciplinas:
Geografía de la Población: estudia la población de los distintos espacios; su distribución, su dinamismo natural y los movimientos migratorios, así como los problemas demográficos (despoblación rural o éxodo rural, flujos migratorios internacionales, envejecimiento, etc.). Tiene como ciencia afín a la Demografía. La diferencia entre las dos ciencias se centra en una distinción del punto de vista: la Demografía estudia la población desde la perspectiva de la Estadística, mientras que la Geografía de la Población la estudia teniendo en cuenta la distribución espacial de la población y de sus características.
Geografía Rural o Agraria: estudia el mundo rural y los espacios rurales, las actividades económicas que se llevan a cabo en estos territorios (agricultura, ganadería), los tipos de asentamiento y los problemas de estas áreas (despoblación, problemas económicos, problemas ambientales etc. Como ciencias afines pueden citarse a la Agronomía, la Sociología rural y la Economía.
Geografía urbana: estudia las ciudades, su morfología (plano, estructura, edificación, sectores, procesos ecológicos), sus características socioeconómicas, sus cambios y problemas. Como ciencias afines están el Urbanismo y la Sociología urbana.
Geografía Económica: estudia las actividades económicas que se desarrollan en los distintos espacios, la localización de las actividades económicas y los problemas económicos (desarrollo geográfico desigual, globalización, de las actividades). Tiene como disciplinas afines a la Economía y la Historia económica. Engloba subdisciplinas más especializadas como: Geografía Industrial, que se centra en los espacios actividades industriales; la Geografía de los Servicios, que estudia las actividades terciarias en los espacios geográficos, urbanos en su mayoría; Geografía del turismo y del ocio, que estudia los espacios turísticos y de ocio, los patrones de desarrollo y cambios del turismo, los modelos de desarrollo turístico y los problemas de estos espacios.
Geografía política: estudia la política en los diversos espacios, la organización y características de los Estados (fronteras, capitalidad, estructura político-administrativa, sistema electoral...) y las relaciones internacionales de conflicto o dominación. Como ciencias afines se presentan la Ciencia política, la Sociología y la Historia política.
Geografía cultural: estudia las diversas culturas, la difusión de elementos culturales, las representaciones culturales, los paisajes culturales así como las transformaciones que provocan las culturas en su ambiente. La ciencia afín por excelencia de la Geografía cultural ha sido la Antropología.
Geografía histórica: estudia las características y evolución de los espacios históricos, su morfología y organización territorial así como su configuración social. Tiene como ciencia afín a la Historia. Al ser una ciencia síntesis, la Geografía necesita utilizar las técnicas, métodos y resultados
de una larga serie de ciencias afines: Meteorología, Geología, Botánica, Sociología, Demografía, Historia, Economía...
El método geográfico: localización terrestre
La forma ideal de descripción geográfica es el mapa. Cualquier cosa que tenga en cualquier momento una distribución desigual sobre la Tierra puede ser expresada por el mapa como un patrón de unidades que ocurren en el espacio. En este sentido, la descripción geográfica podría ser aplicada a un número ilimitado de fenómenos. Por tanto, hay una geografía de cada enfermedad, de dialectos e idiomas, de quiebras bancarias, quizás de la genialidad. Que tal forma de descripción sea utilizada indica que proporciona un medio distintivo de indagación. La ubicación de los fenómenos en el espacio terrestre expresa el problema geográfico general de la distribución, que nos lleva a preguntarnos sobre el significado de la presencia o ausencia, del agrupamiento a la dispersión de cualquier cosa o grupo de variables en términos de extensión de áreas. En este sentido ampliamente inclusivo, el método geográfico se ocupa del examen de la ubicación de cualquier fenómeno sobre la tierra. Los alemanes han llamado a esto el Standorstproblem –el problema de la ubicación en la tierra– y representa la expresión más general y abstracta de nuestra tarea. Nadie ha escrito aún esta filosofía de la ubicación geográfica, pero todos sabemos que esto es lo que da sentido a nuestro trabajo, que nuestro problema general radica en las cualidades diferenciadoras del espacio terrestre. ¿Puede uno arriesgar el planteamiento de que en su sentido más amplio el método geográfico se ocupa de la distancia terrestre? No nos ocupan el hombre, la familia, la sociedad o la economía universalizados, sino la comparación entre patrones localizados, o diferenciaciones por área.
El contenido de la geografía humana
La geografía humana, por tanto, a diferencia de la psicología y de la historia, es una ciencia que nada tiene que hacer con individuos, sino que se ocupa únicamente de instituciones humanas, o culturas. Puede ser definida como el problema de la Standort o localización de maneras de vivir. Hay por tanto dos métodos de aproximación: uno a través de la extensión en áreas de rasgos de cultura particulares, y otro mediante la determinación de complejos culturales como áreas. Este último es el objetivo de aquellos geógrafos continentales que hablan del genre de vie y de los ingleses que últimamente aplican el término “personalidad” a una tierra y sus habitantes. Buena parte de este tipo de indagación está aún pendiente de cualquier medio sistemático de desarrollo.
Disponemos sin embargo de una restricción de utilidad inmediata, que se expresa en el “paisaje cultural”. Esta es la versión geográfica de la economía de grupo, que se provee a sí mismo con alimento, refugio, equipos, herramientas y transporte. Las expresiones geográficas específicas son los campos, pastizales, bosques, la tierra productiva, por un lado, y por el otro los caminos y estructuras, las viviendas, los talleres y almacenes, para utilizar los términos más genéricos (introducidos sobre todo por Brunhes y Cornish). Si bien no debería plantear que estos términos incluyen toda la geografía humana, constituyen el núcleo de las cosas que sabemos cómo abordar de manera sistemática.
La naturaleza histórica de la cultura
Si coincidimos en que la geografía humana se ocupa de la diferenciación en áreas de las actividades humanas, nos enfrentamos de inmediato a las dificultades del ambientalismo. La respuesta ambiental es el comportamiento de un grupo dado en un ambiente dado. Tal comportamiento no depende de estímulos físicos, ni de la necesidad lógica, sino de hábitos adquiridos, que constituyen su cultura. En cualquier momento dado, el grupo ejerce ciertas opciones de conducta, que proceden de las actitudes y debilidades que ha aprendido. Una respuesta ambiental, por tanto, no es más que una opción cultural específica con respecto al hábitat en un momento particular.
Si pudiéramos replantear la vieja definición de la relación del hombre con su ambiente como el vínculo entre hábitos y hábitat, resulta evidente que el hábitat es reevaluado o reinterpretado con cada cambio de los hábitos. El hábito o cultura involucra actitudes y preferencias que han sido inventados o adquiridos. No hay una respuesta ambiental de valor general en el uso de sombreros de paja. En Chicago pueden corresponder al guardarropa de verano del hombre elegante. En México son la insignia distintiva del peón en todas las estaciones, mientras el indio, inmodificado, no lo utiliza nunca. Como cualquier otro rasgo cultural, el sombrero de paja depende de la aceptación por el grupo de una idea o una modalidad que puede ser suprimida o sustituida por otro hábito. La idea de ciencia que previeron Montesquieu, Herder y Buckle fracasó porque sabemos que la ley natural no se aplica a los grupos sociales, como lo pensaron el racionalismo del siglo XVIII y el ambientalismo del XIX. Hoy sabemos que “ambiente” es un término de valoración cultural, que por sí mismo constituye un “valor” en la historia de la cultura.
Sabemos que el hábitat debe ser referido al hábito; que el hábito es el aprendizaje activado común a un grupo, y que puede estar sujeto a cambio incesante. La labor entera de la geografía humana, por tanto, consiste nada menos que en el estudio comparativo de culturas localizadas en áreas, llamemos o no “paisaje cultural” al contenido descriptivo de las mismas. Sin embargo, la cultura es la actividad aprendida y convencionalizada del grupo que ocupa un área. Un rasgo o complejo cultural se origina en un momento determinado en una localidad particular. Gana aceptación –esto es, es aprendido por un grupo– y es comunicado o se difunde hasta que encuentra resistencia suficiente, sea por condiciones físicas incompatibles, por parte de rasgos alternativos, o por disparidades de nivel cultural. Estos son procesos que implican tiempo, y no sólo tiempo cronológico, sino y sobre todo aquellos momentos de la historia de la cultura en que el grupo cuenta con la energía para la invención, o con la receptividad para adquirir innovaciones.
La geografía humana como geografía histórico-cultural
El área cultural, en tanto que comunidad con una forma de vida, es por tanto un crecimiento que ocurre en un “suelo” u hogar particular, una expresión histórica y geográfica. Su modo de vida, economía o wirtschaft es su manera de maximizar las satisfacciones que busca, y de minimizar los esfuerzos que invierte en ello. Esto es, quizás, lo que significa la adaptación ambiental. En términos de su conocimiento en el tiempo, el grupo hace un uso apropiado o pleno de su lugar. Sin embargo, estas necesidades y esfuerzos no deben ser pensados en términos puramente monetarios o de energía, como es el caso de las unidades de labor ejecutadas. Me atrevería a decir que cada grupo de hombres ha construido su habitación en el punto que para ellos ha sido más adecuado. Sin embargo, para nosotros (esto es, para nuestra cultura) muchos de esos sitios parecen haber sido seleccionados de manera aberrante. Por tanto, como una precaución preliminar, cada cultura o hábito debe ser valorada en términos de su propio aprendizaje, y el propio hábitat debe ser visto en términos del grupo que lo ocupa. Ambos requisitos implican una severa demanda sobre nuestra capacidad de interpretación.
Cada paisaje humano, cada habitación, es siempre una acumulación de experiencia práctica, y de lo que Pareto se complacía en llamar residuos. El geógrafo no puede estudiar casas y pueblos, campos y fábricas, en lo que respecta a su ubicación y su razón de ser, sin preguntarse por sus orígenes. No puede tratar la localización de actividades sin conocer el funcionamiento de la cultura, los procesos de vida en comunidad del grupo, y sólo puede hacer esto mediante la reconstrucción histórica. Si el objetivo consiste en definir y entender las asociaciones humanas como crecimientos en áreas, debemos descubrir cómo han llegado a ser lo que son en sus distribuciones (asentamientos) y sus actividades (uso de la tierra). Tal estudio de áreas culturales es geografía histórica. La calidad de la comprensión que se busca depende del análisis de orígenes y procesos. El objetivo general es la diferenciación espacial de la cultura. Al ocuparse del hombre, y al ser analizado en una perspectiva genética, el tema se vincula necesariamente con secuencias en el tiempo.
Lo retrospectivo y lo prospectivo son fines diferentes de la misma secuencia. El presente, por tanto, no es más que un punto en una línea, cuyo desarrollo puede ser reconstruido desde sus inicios, y cuya proyección puede ser llevada hacia el futuro. La retrospección se ocupa de los orígenes, no de las antigüedades, y tampoco simpatizo con el punto de vista timorato de que el científico social no debe arriesgarse a predecir. El conocimiento de procesos humanos sólo puede ser obtenido si la situación contemporánea es entendida como un punto en movimiento, un momento en una acción que tiene comienzo y fin. Esto no supone un compromiso con la forma de la línea, con el hecho de que tenga cualidades cíclicas o no muestre regularidades, pero sí nos pone en guardia contra un énfasis excesivo en la situación actual. La única ventaja verdadera de estudiar la escena contemporánea radica en que es más fácilmente accesible a la indagación. Sin embargo, los datos contemporáneos no permiten por sí mismos encontrar los medios para distinguir entre el diagnóstico de procesos de importancia, y lo que no lo es. Me siento inclinado a decir que, desde una perspectiva geográfica, los dos eventos de mayor importancia ocurridos durante mi vida han sido la colonización de las últimas tierras de las llanuras, y la llegada del Ford modelo T, uno al final y otro al comienzo de una serie de procesos culturales. Sin embargo, ¿hasta dónde podemos decir quienes nos ocupamos de esto que supimos seleccionar estos procesos críticos en el momento en que ocurrían, o vincularlos con los cambios que se derivaron de ellos? ¿Y por qué dejamos de verlos, si no fue porque no estamos acostumbrados a pensar en términos de procesos?
La geografía histórica exige especialización regional
La reconstrucción de áreas culturales del pasado es una lenta labor de trabajo detectivesco, como lo son el acopio y la organización de evidencias. La narrativa histórica puede quizás aceptar cualquier cosa del pasado como material para su molino, pero el historiador de la cultura no puede proceder de esa manera, y yo deseo reconocer a la geografía histórica como parte de la historia de la cultura. Nuestra obligación consiste en espigar datos clasificados sobre economía y habitación, de modo que sea posible llevar a cabo el relleno de brechas de área y de tiempo. Tomemos por ejemplo la reconstrucción de México en el momento de la conquista española. Aquí necesitamos conocer tan bien como sea posible la distribución de la población a comienzos del siglo XVI, los centros urbanos, las economías urbanas, los tipos de agricultura, los yacimientos de metales y de piedra, el abastecimiento de plantas y animales provenientes de tierras silvestres, y las líneas de comunicación. Desgraciadamente, los primeros autores que trazaron un cuadro de las condiciones prehispánicas por oposición a las hispánicas –como Torquemada, en su famosa Monarquía Indiana– hicieron planteamientos generales antes que locales, o aplicaron la situación de un lugar a otro distinto, como si fuera general. Por tanto, no se puede confiar en la mayor parte de los recuentos, que intentaban ser sinópticos, y se hace necesario acudir a fuentes menores que ofrecen datos locales. La reconstrucción de paisajes culturales clave del pasado exige: a) conocer el funcionamiento de conjunto de la cultura en cuestión; b) el control de todas las evidencias contemporáneas, que pueden ser de tipo muy diverso, y c) la más íntima familiaridad con el terreno que ocupaba la cultura en cuestión.
El geógrafo histórico, por tanto, debe ser un especialista, porque no puede limitarse a conocer la región en su apariencia actual, sino que debe conocer sus rasgos fundamentales tan bien como sea necesario para encontrar en ella trazas del pasado, y debe conocer sus cualidades con el detalle necesario para verla como era en situaciones del pasado. Podría decirse que necesita la capacidad de ver la tierra con los ojos de sus antiguos ocupantes, desde el punto de vista de sus capacidades y sus necesidades. Evaluar el lugar y la situación, no desde el punto de vista de un norteamericano educado de hoy, sino ubicándose en la posición del grupo cultural y de la época que se estudia es probablemente la tarea más difícil de toda la geografía humana. Y al propio tiempo, sin embargo, saber que se ha tenido éxito al penetrar una cultura distante en el tiempo o de contenido ajeno al de la nuestra, constituye una experiencia gratificante.
Resulta evidente que tal trabajo no puede ser llevado a cabo mediante estudios de caso de gran diversidad, sino que exige probablemente dedicar toda una vida al aprendizaje acerca de un contexto relevante de naturaleza y cultura. Se podría extender lo aprendido más allá de los límites de un área cultural y explorar los contrastes con lo que exista al otro lado de esos límites. O se podrían llevar a cabo excursiones a área caracterizadas por importantes cualidades emparentadas entre sí. Sin embargo, siempre debe existir la base del área para la cual el observador busca convertirse en un experto. El geógrafo humano no puede ser un turista mundial, moviéndose de un pueblo a otro y de una tierra a otra tierra, y conociendo apenas de manera casual y dudosa cosas relacionadas con cualquiera de ellas. Dudo que un geógrafo humano llegue jamás a ser una autoridad continental. ¿No deberíamos deshacernos del hábito de escribir libros de texto regionales, acerca de áreas que no conocemos, con materiales que copiamos de fuentes secundarias que no estamos en capacidad de evaluar? ¿Acaso un millar de los llamados estudios de tipos, que individualmente son registros cuasi-fotográficos de puntos específicos de la tierra pueden agregar algo realmente significativo? Reconocemos entre nosotros a expertos en geografía física, pero ¿tenemos algo equivalente en geografía humana? Y si no lo tenemos, ¿no consiste la dificultad en que nos hemos venido ocupando de formas no genéticas de presentación antes que una observación intensiva y analítica? Tenemos una legión completa de colegas con doctorado, debidamente entrenados en geografía humana, dictando centenares de cursos a miles de estudiantes, ¡pero qué poco aportan a la sustancia de la ciencia que representan!
Los estudios histórico-regionales a la manera indicada forman parte de la mejor y más antigua tradición geográfica. Cluverius llevó a cabo en el siglo XVII algunas reconstrucciones extraordinariamente agudas de la Alemania y la Italia antiguas, uniendo de manera hábil el conocimiento de los clásicos con el de la Tierra. El Ensayo sobre la Nueva España de Humboldt es aún el clásico de la geografía histórica de México. El estímulo de Humboldt y Ritter fue convertido, a través de la obra de Meitzen a mediados del siglo XIX, en una disciplina adecuada al estudio de la geografía histórica. El enfoque de Meitzen afectó en gran medida toda la geografía continental. La especialización histórico-regional está bien representada en el gran repositorio de la Forschungen zur Deutschen Landen und Volks Kunde. La influencia de Fleure y de Miss Taylor es evidente en los estudios de los geógrafos ingleses más jóvenes. Ya va siendo hora de que nosotros, en este país, tomemos una conciencia activa de esta, la gran tradición en geografía humana.
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